"Por supuesto", pensó Bruno. "¿Y qué otro hombre, muchacho o adulto, tonto o sabio, no habría hecho lo mismo?"
-Me fascinaba -agregó Martín- como un abismo tenebroso, y si me desesperaba era precisamenteporque la quería y la necesitaba. ¿Cómo ha de desesperarnos algo que nos resulta indiferente?
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